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Reflexión ambiental desde el Centro de Investigaciones
- 20 abril, 2021
El planeta estuvo en equilibrio, durante millones de años; hasta que el hombre hizo su aparición sobre la faz de la Tierra; y en nombre del progreso, comenzó a depredar los recursos naturales hasta ser hoy el mayor depredador de las riquezas del planeta azul. El hombre destruyó bosques y selvas ampliando sus tierras para la agricultura, la ganadería, el narcotráfico y la construcción de carreteras y ciudades y para safisfacer su desordenado crecimiento urbano y demográfico.
Convirtió tierras fértiles en selvas de concreto y hoy asistimos, impotentes, al avance incontenible de los desiertos. Arrasó, sin clemencia, montañas, valles y llanuras y contaminó ríos y lagos por su codicia en pos de oro, plata, platino, cobre, carbón, esmeraldas, diamantes y otros tantos minerales y metales preciosos.
En su loco frenesí por el consumo desmedido y compulsivo saqueó sin cesar los recursos de la biodiversidad y alteró, de manera catastrófica, los ecosistemas marinos y terrestres. Destruyó los hábitats de miles de especies, de la flora y la fauna. Desapareció a muchas de ellas y a otras las puso al borde de la extinción, de las cuales no quedará vestigio alguno, sólo el recuerdo en libros y videos de historia natural y de biología, porque ni en zoológicos.
Y al destruir bosques y selvas tropicales despertó virus que llevaban millones de años inactivos en su forma cristalina y entró en contacto con ellos directamente o por el uso indebido, incluyendo el consumo alimenticio, de animales salvajes que eran portadores de dichos virus.
En nombre de la movilidad, convirtió el oro negro (petróleo) en emisiones particuladas que junto a las chimeneas de la industrialización arrollante y galopante, siempre en nombre del progreso (y del dinero), contaminó la atmósfera, haciendo irrespirable el aire de muchas ciudades y creando los gases de invernadero.
Fue así como surgió el calentamiento global, como una fiebre humana a 40°, y como con los escalofríos humanos, se nos vino el cambio climático. Ahora decimos que el clima se enloqueció. Y vendrán deshielos de los polos y nevados, y con ellos el aumento imparable de los niveles del mar que hará desaparecer en unos años las ciudades costeras.
En nombre del desarrollo, léase ambición por el enriquecimiento artero, el hombre continuó su gesta incesante de destrucción cual si fuese un Dios destructor, malvado y cruel.
Pero el hombre no podía seguir con su accionar destructor, de manera impune y esperar que no hubiera consecuencias. El planeta no quedaría impávido viendo y sufriendo tanta irracionalidad. Ante tanta agresión inclemente, brutal y destructiva, el sistema inmunológico de La Tierra reaccionó. Vaya que lo hizo, y de qué manera!
Nos envió sus tormentas, tornados, vendavales y huracanes. Tornó el invierno en verano, y el verano en invierno, ambos con temperaturas inclementes extremas. Lloró con furia sus fuertes lluvias y causó inundaciones descontroladas. Nos recalentó con sequías insoportables hasta extinguir las fuentes de agua. Entró en convulsiones, manifestándose con temblores, terremotos, maremotos y tsunamis.
Y, por efectos del cambio climático y los ecosistemas tropicales, inevitablemente llegaron las enfermedades por la aparición de agentes patógenos como bacterias y virus. Así fue como aparecieron el Sika, el Chicungunya, el Ébola, la Malaria, el Dengue, el VIH, y los virus del SARS y sus variantes (H1N1, COVID-19, etc.) y otros tantos, más los que aparecerán en el futuro, cada uno con sus variantes o mutaciones, que los virólogos llaman cepas, por lo general más agresivas, haciendo inútiles las vacunas.
Los virus son parte del sistema inmunológico planetario, constituyen la manifestación de una acción de la fiebre con la que destruirá al hombre agresor, como bicho indeseable, a través de epidemias, pandemias y pandemoniums.
El hombre agredió al planeta y La Tierra reaccionó con su sistema inmunológico y nos respondió con calamidades, desastres y pandemias que ahora ponen en riesgo la existencia misma del hombre; y si éste sigue así, lo borrará de su faz y con su sistema inmunológico se regenerará a sí misma y un día volverá a reverdecer…sin la presencia de la especie humana.